Esta mañana ha muerto mi padre. Tenía problemas de salud de los que ninguno ponían en peligro su vida, así que ha sido una macabra sorpresa. Estas palabras son de lo poco que puedo dedicarle.
Osmo Karanka fue militar hasta retirarse a los cuarenta años al tenerme. Su curiosidad me la ha transmitido íntegramente, y su voluntad por conocer el por qué y el cómo de las cosas. Poco después de que yo comenzara a hablar, no dudaba en responder mis preguntas, que no tenían nada que ver con su profesión sino con sus variados intereses: qué compone la materia, por qué vuelan los aviones, qué forma las estrellas, si la materia es infinitamente divisible, qué hace que los televisores muestren imágenes. Nunca dejó de esforzarse en satisfacer mi curiosidad, puesto que sus conocimientos tocaban profundamente tanto las ciencias como las humanidades (aunque en éstas últimas se había licenciado). El tiempo que tenía al haber dejado su oficio lo compartía conmigo, y me enseñó las artes de la fotografía y el revelado, de la escritura, de las matemáticas y del pensamiento crítico. Aun así, la veracidad de una historia no siempre importaba si lo que se contaba era bueno. Me cultivó en el amor a los libros, a elegir lo que me gustara: Poe y el terror clásico, la mitología, las leyendas andaluzas y árabes, los clásicos griegos. Fueron de los muchos que me leyera cuando estaba enfermo, no pudiendo ir al colegio.
Mi padre sufría un extraño amor por lo desconocido. Viajó por el mundo y trató de aprender de todos los pueblos con los que convivió. Estuvo destinado a la India y a Kashmir, a los Altos del Golán y a Londres -en calidad de diplomático-. Viajó a los pequeños pueblos y me mostró el placer de las comidas humildes, del viajar sin equipajes y sin rumbos, del observar las estrellas con y sin prismáticos. Sin tapujos me presentaba a gente variada, ofreciéndome la posibilidad de aprender a tocar blues de un francés ebrio, de aprender a escribir árabe en un pequeño bar, conversar con un filósofo empirista en una fiesta de fin de año; eventos que no se pueden lograr con dinero. Me enseñó palabras de árabe para ahuyentar a los vendedores ambulantes; habilidad nunca tan valorada como debiera ser.
Y ahora que se ha ido, con tres años de incapacidad durante los cuales le he cuidado, no he podido devolverle más de una décima de lo que me ofreció. Tuve suerte de abrazarle la noche antes, y de llevarle a la playa el día antes. Según pasa el tiempo, veo cuánto soy mi padre, y al menos eso me consuela.
Yo perdí a mi padre hace casi dos años. Se tarda en asimilar, pero si piensas en que si estuviera vivo que es lo que te diría, seguro que hace que lo sobrelleves mejor. Y seguro que te diría (como a mí) que la vida sigue y que hay que tirar hacía adelante con una sonrisa en la cara.
Mi más sentido pésame Joni.
Pasé por tu misma experiencia aún no hace demasiado tiempo y sé que la sensación de dolor y de vacío es enorme. Además, siempre queda ese sentimiento de no haber sido capaces de compensar convenientemente lo mucho recibido.
Es ley de vida que sea así y no debes darles más vueltas: los padres dan sin esperar recibir a cambio y se sienten orgullosos de que sus hijos sean capaces de recibir y de multiplicar aquello que ellos sembraron. Cumplir esas expectativas es siempre el mejor homenaje a su memoria que podremos darles.
Un abrazo.
Me he emocionado al leer tu historia. Hace cuestión de un mes mi padre salió de una operación bastante arriesgada. Hoy le valoro más.
Ánimo, la vida sigue.
Has tenido el privilegio de recibir de tu padre lo mejor que uno puede aprender en una vida: la curiosidad por buscar, más que la necesidad de encontrar.
Un fuerte abrazo.
Aunque mi padre es un hombre del que me enorgullezco de ser hijo, no dejo de sentir cierta envidia por esas cosas que has compartido con el tuyo y a las que yo jamás podré aspirar.
Lo siento mucho, Joni, y aunque no es en realidad ningún consuelo, a mi siempre me han valido los dos versos finales de las Coplas de Manrique:
"Dejónos harto consuelo
su memoria"
Lo siento mucho Joni. Como consuelo sólo puedo decirte que tu padre y tú habéis disfrutado de grandes momentos que otros padres e hijos no son capaces de imaginar.
Hace poco falleció un familiar muy cercano, y suelo pensar que, como tú indicas, lo "llevo dentro", es parte de mí gracias a todas esas experiencias compartidas. Abrazos muy fuertes para tí y tu familia :'(
Oírte hablar de tu padre me hace tener ganas de haberlo conocido, y a la vez de querer conocerte a ti. Él vivió y te enseñó a disfrutar de su vida, me hace pensar que tu manera de devolvérselo sería disfrutar tu vida y enseñar a tus hijos a disfrutarla como tu padre te enseñó a ti... No puedo consolarte, pero sí que siento tu pérdida, sigue adelante.
Lo siento, el otro día leí tu blog, justo antes de este post, y ahora...
Lo siento y admiro como supo educarte, ahora se que tu padre fue un gran hombre.